Descubrir lo que te apetece con locura, es lo que te liberará.
Las dietas
fracasan porque nos agotan mentalmente, contar calorías nos deja sin fuerza de
voluntad. Estar demasiado pendiente de lo que comes puede sabotear tus intentos
de ser más consciente de lo que te llevas a la boca.
La sociedad
nos ha enseñado que si cedemos a nuestros antojos, lo menos malo que nos puede
suceder es que engordemos o enfermemos, lo peor no ser amadas ni provocar
deseo. Como en una ocasión me comentaba una paciente, a la mujeres se nos
perdona todo, tener una nariz un poco pronunciada, tal vez poco pecho, lo
imperdonable, el exceso de talla.
Cuando
respondemos a la llamada de un apetito con urgencia y desesperación, deberíamos
de interrogarnos si este antojo surge porque necesitamos algo, nuestro cerebro
responde con un nivel de intensidad que se corresponde con el estímulo que está
necesitando, estímulo que frecuentemente no necesariamente es la carencia de
nutrientes.
El núcleo
caudado es el centro del placer que se encuentra en las profundidades del
cerebro y que controla la secreción de dopamina. Éste es el centro de la
recompensa que se siente tan bien atendido cuando comes algo dulce o mantecoso
que enseguida te tranquiliza. La dopamina es la hormona del orgasmo, la que
hace que el sexo sea tan fantástico, que tomar drogas sea tan peligroso y que
excederse con los alimentos inadecuados sea tan fácil.
El estrés hace
que nuestro cuerpo segregue hormonas muy potentes y que tienden a saturarnos con sensaciones de urgencia.
Cuando estas hormonas, como el cortisol empieza a circular por el torrente sanguíneo,
es muy difícil resistirse a los antojos, el cerebro se queda sin fuerza de
voluntad. Reducir o eliminar el estrés es un requisito previo para poder escuchar
la sabiduría que encierran tus antojos.
Hay que
comenzar por comprender las diferencias entre los antojos, que son una súplica
del cerebro para que les des algo agradable, y el hambre verdadera, que es la
indicación del cuerpo de que necesita nutrirse.
Considerar los
antojos como un truco de la mente. Sin embargo, el hambre se considera
realmente en el cuerpo, pero no es tan sencillo como comida//si, comida/no.
“Estas tan enferma como lo están tus secretos”
esto es justamente lo que sucede con la comida. Lo mismo sucede con nuestros
sentimientos, que si los guardamos para nosotras o los ocultamos a nosotras
mismas, es muy probable que acabemos deprimidas. El aislamiento mata y nos deja
a solas con nuestra mente, que no siempre piensa como debería. Y cuando nos
sucede esto, es muy probable que tomemos malas decisiones.
Somos lo que
hacemos repetidamente Aristóteles
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